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Supongo que si nos viéramos ahora nos tomaríamos una cerveza y diríamos: vaya par de gilipollas. Pero la culpa fue del patriarcado. Y como sé que lo sabes: te quiero, hermana. Si pudiera desplazarme por el tiempo al otoño que iba empezando en muchas direcciones, ni cuerpo a cuerpo, ni hacerte daño, ni empalagar a mi ego. Porque mientras sacábamos los sables otros se relamían de placer. Con cada una lo que más me gusta. Que los siglos enreden tu melena rubia con mis dedos y firmemos la paz con la sangre del inocente. Que en tus campos no haya nudos, que en tus noches no tienten las llamadas sin contestar, que corras porque te apetece y brindes por tu salud infinita. Y que me perdones, tía. 

Los puñales

La marea

Eran así

A corazón abierto

Si tengo una lista de tus desplantes, cómo quiero regarte

Estos días

De lo que sea

El bosque

El día en que